El tráfico y la tarde calurosa de una ciudad destinada al caos más poético no definían a las 20:15 horas si había tiempo para que los miembros de Jamlet Inculto (JI) llegaran a su cita con Sigur Ros en el Auditorio Nacional.
Dieron las 20:30, parecía que todo estaba perdido y que, a pesar de las rutas alternas, ninguno podría estar en el segundo concierto que la banda islandesa ofrecería en su regreso a México, tras cuatro años de ausencia.
Pero, así como sucedió dentro del Auditorio, los astros se alinearon para que ambos llegaran antes de que el concierto arrancara. Ya sentados, con el calor encima por la carrera para llegar a tiempo, la banda de post rock decidió empezar su show, como si los estuviera esperando.
Sobre la calidad musical de Sigur Ros queda muy poco por decir. El setlist nos deja ver que cada canción fue elegida meticulosamente para que, acompañadas con el gran espectáculo de audiovisuales, llevaran al público a estados de ánimo contrapuestos: de la paz a la locura, por ejemplo.
El show armado por el equipo encargado de la iluminación y los audiovisuales merecen un párrafo aparte. Y es que todos demostraron por qué han sido premiados alrededor del mundo. Inventan escenarios que acompañan a la perfección cada uno de los sonidos que la banda toca y eso se agradece. Sin duda, más de uno de los asistentes salió emocionado por lo que vio y escuchó.
Sigur Rós seguirá su camino en las fechas del tour que todavía le quedan, pero de algo deben estar seguros: el cierre de sus fechas en México dejó a más de uno con la sensación de que había salido de la Vía Láctea, para viajar de manera exprés por el universo del que somos una ínfima parte.
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