Literatura

Ocho poemas de la cubana Dulce María Loynaz

La escritora Dulce María Loynaz -que murió el 27 de abril de 1997- tuvo que batallar para alcanzar el reconocimiento que merecía en su país natal: Cuba.

A nivel internacional fue galardonada con el Premio Cervantes en 1992 y muchas de las figuras de las letras en latinoamérica han destacado su influencia en la literatura del continente.

Jamlet tuvo que desempolvar algunas de sus viejas libretas para seleccionar ocho poemas que ustedes podrán leer, para comprobar la maestría de la poetisa de la isla.

 

Criatura de isla

Rodeada de mar por todas partes,
soy isla asida al tallo de los vientos…
Nadie escucha mi voz, si rezo o grito:
Puedo volar o hundirme… Puedo, a veces,
morder mi cola en signo de Infinito.
Soy tierra desgajándome… Hay momentos
en que él me ciega y me acobarda,
en que el agua es la muerte donde floto…
Pero abierta a mareas y a ciclones,
hinco en el mar raíz roto.
Crezco del mar y muero de él… Me alzo
¡para volverme en nudos desatados…!
¡Me come un mar batido por las alas
de arcángeles sin cielo, naufragados!

 

***

Desprendimiento

Dulzura de sentirse cada vez más lejano.

Más lejano y más vago…

Sin saber si es porque las cosas se van yendo

o es uno el que se va.

Dulzura del olvido como un rocío leve cayendo en la tiniebla…

Dulzura de sentirse limpio de toda cosa.

Dulzura de elevarse y ser como la estrella inaccesible y alta,

alumbrando en silencio…

En silencio,

¡Dios mío!…

 

***

Espejismo


Tú eres un espejismo en mi vía.
Tú eres una mentira de agua
y sombra en el desierto. Te miran
mis ojos y no creen en ti.
No estás en mi horizonte, no brillas
aunque brilles con una luz de agua…
¡No amarras aunque amarres la vida!…
No llegas aunque llegues, no besas
aunque beses… Reflejo, mentira
de agua tus ojos. Ciudad
de plata que me miente el prisma,
tus ojos… El verde que no existe,
la frescura de ninguna brisa,
la palabra de fuego que nadie
escribió sobre el muro… ¡Yo misma
proyectada en la noche por mi
ensueño, eso tú eres!… No brillas
aunque brilles… No besa tu beso…
¡Quien te amó sólo amaba cenizas!…

 

***

Eternidad

En mi jardín hay rosas   

yo no te quiero dar   

las rosas que mañana…   

mañana no tendrás.  

 

En mi jardín hay pájaros   

con cantos de cristal:   

No te los doy, que tienen   

alas para volar…   

 

En mi jardín abejas   

labran fino panal   

¡Dulzura de un minuto…   

no te la quiero dar!   

 

Para ti lo infinito   

o nada; lo inmortal   

o ésta muda tristeza   

que no comprenderás…  

 

La tristeza sin nombre   

de no tener que dar   

o quien lleva en la frente   

algo de eternidad…   

 

Deja, deja el jardín…   

no toques el rosal:   

Las cosas que se mueren   

no se deben tocar.  

 

***

Quiéreme entera…

Si me quieres, quiéreme entera,

no por zonas de luz o sombra…

si me quieres, quiéreme negra

y blanca. Y gris, y verde, y rubia,

quiéreme día,

quiéreme noche…

¡Y madrugada en la ventana abierta!

si me quieres, no me recortes:

¡quiéreme toda… o no me quieras!

 

***

Si dices una palabra más…

Si dices una palabra más,

me moriré de tu voz,

que ya me está hincando el pecho,

que puede traspasarme el pecho

como una aguda, larga, exquisita espada.

Si dices una palabra más

con esa voz tuya, de acero, de filo y de muerte;

con esa voz que es como una cosa tangible

que yo podría acariciar, estrujar, morder;

si dices una palabra más

con esa voz que me pones de punta en el pecho,

yo caería atravesada, muerta

por una espada invisible,

dueña del camino más recto a mi corazón.

 

***

Yo te fui desnudando de ti mismo…

Yo te fui desnudando de ti mismo,

de los «tus» superpuestos que la vida

te había ceñido…

Te arranqué la corteza -entera y dura-

que se creía fruta, que tenía

la forma de la fruta.

Y ante el asombro vago de tus ojos

surgiste con tus ojos aún velados

de tinieblas y asombros…

Surgiste de ti mismo; de tu misma

sombra fecunda, intacto y desgarrado

en alma viva…

 

***

Amor es…

Amar la gracia delicada

del cisne azul y de la rosa rosa;

amar la luz del alba

y la de las estrellas que se abren

y la de las sonrisas que se alargan…

Amar la plenitud del árbol,

amar la música del agua

y la dulzura de la fruta

y la dulzura de las almas dulces….

Amar lo amable, no es amor:

Amor es ponerse de almohada

para el cansancio de cada día;

es ponerse de sol vivo

en el ansia de la semilla ciega

que perdió el rumbo de la luz,

aprisionada por su tierra,

vencida por su misma tierra…

Amor es desenredar marañas

de caminos en la tiniebla:

¡Amor es ser camino y ser escala!

Amor es este amar lo que nos duele,

lo que nos sangra bien adentro…

Es entrarse en la entraña de la noche

y adivinarle la estrella en germen…

¡La esperanza de la estrella!…

Amor es amar desde la raíz negra.

Amor es perdonar;

y lo que es más que perdonar,

es comprender…

Amor es apretarse a la cruz,

y clavarse a la cruz,

y morir y resucitar …

¡Amor es resucitar!

 

1 comment on “Ocho poemas de la cubana Dulce María Loynaz

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