Hace tiempo que no veíamos un drama tan cardíaco en el futbol mexicano, como el que se vivió ayer en la noche con los partidos donde el Morelia y Jaguares se jugaban su permanencia en la máxima categoría.
Todo se definió hasta el último momento y sí que hubo suspenso, quizá mejor que en las películas que semana a semana se estrenan en la cartelera.
Morelia jugaba contra Monterrey, de visitante. Jaguares también era el invitado del Atlas, en Jalisco.
En los últimos 20 minutos, Morelia ganaba uno a cero; Jaguares hacía lo propio, también con el mismo marcador.
Quien escribe no podía dejar de cambiarle de canal, brincaba de un partido a otro. En uno de esos cambios, vio cómo Morelia se complicaba la vida al cometer un penalti. Monterrey le marcó y en el estadio del Atlas, ya les habían avisado a los jugadores de Chiapas, que rezaban a todos los santos que conocían para que todo terminara así.
(Aquí debo hacer una pausa. Aunque ustedes no lo crean, quien escribe -es decir, Villamelón-, tiene novia, y hasta ella estaba nerviosa por lo que sucedía en Monterrey y Guadalajara, respectivamente.)
Minutos después, seguía yendo de un canal a otro, cuando de pronto, en uno de esos brincos vi cómo Morelia metía el segundo gol, que significativa su salvación y -por increíble que parezca- su calificación a la liguilla.
En el estadio Jalisco alguien le avisó a los chiapanecos del segundo gol y sus caras fueron de tristeza, de una profunda que nada parece aliviar.
Los dos partidos terminaron con todos rezando y pidiendo que su equipo metiera gol y para que el otro perdiera, respectivamente.
Es obvio que los jugadores de los Monarcas terminaron celebrando y llorando por la victoria, mientras que los Jaguares no podían creer lo que les estaba sucediendo: en cinco minutos sus emociones fueron del cielo al suelo sin piedad.
Hay dos cosas que quiero rescatar de esa montaña rusa de emociones:
- Que como aficionado del futbol uno agradece que estos partidos y dramas sucedan, aunque nunca se quiere estar en los zapatos del seguidor de los que descienden. Y…
- Que no se puede creer que un torneo como el mexicano sea tan benévolo (y mediocre) que permita que el mismo equipo que estuvo a dos minutos de descender, califique a la liguilla y hasta tenga oportunidad de ser campeón. Ni modo, como dice Cristina Pacheco, “aquí nos tocó vivir”.
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