Alfonsina Storni forma parte de ese mundo salvaje y admirado por muchos: el de “los poetas suicidas”. Ella murió de la misma manera que su amado y admirado Horacio Quiroga: decidiendo cuándo y cómo.
Sobre su suicidio mucho se ha escrito, pero hay pasajes de su vida, dos en específico, que vale la pena recuperar para entender a esa gran escritora argentina que gustaba mucho de mentir.
El primero es que cuando era una niña de seis años, debido a la precaria situación económica que vivían sus padres, ella decidió robar un libro de la biblioteca; cuando lo tuvo en sus manos y aprovechando que había mandado al encargado por otro libro en la parte de atrás, salió corriendo con el libro diciendo que ya había dejado pagado. Aunque la cacharon, ella lo negó todo.
El segundo es que aún más pequeña, a los cuatro años, fingió a fuera de su casa que leía. Se sentó con un libro entre las manos, hacía como que leía frases y miraba a los que pasaban para ver cómo reaccionaban ante ese acto intelectual. Todo iba bien, contó ella misma, hasta que sus primos le gritaron a lo lejos que su libro estaba al revés. Sí, le cayeron en la mentira y dijo que se fue a llorar al haber sido descubierta.
Jamlet, recuerda a Storni con mucha frecuencia, por eso hoy escogió seis poemas que representan, según sus lecturas, el alma de la poeta que al saberse enferma prefirió morir.
Sábado
Me levanté temprano y anduve descalza
Por los corredores: bajé a los jardines
Y besé las plantas
Absorbí los vahos limpios de la tierra,
Tirada en la grama;
Me bañé en la fuente que verdes achiras
Circundan. Más tarde, mojados de agua
Peiné mis cabellos. Perfumé las manos
Con zumo oloroso de diamelas. Garzas
Quisquillosas, finas,
De mi falda hurtaron doradas migajas.
Luego puse traje de clarín más leve
Que la misma gasa.
De un salto ligero llevé hasta el vestíbulo
Mi sillón de paja.
Fijos en la verja mis ojos quedaron,
Fijos en la verja.
El reloj me dijo: diez de la mañana.
Adentro un sonido de loza y cristales:
Comedor en sombra; manos que aprestaban
Manteles.
Afuera, sol como no he visto
Sobre el mármol blanco de la escalinata.
Fijos en la verja siguieron mis ojos,
Fijos. Te esperaba.
***
Pudiera ser
Pudiera ser que todo lo que en verso he sentido
No fuera más que aquello que nunca pudo ser,
No fuera más que algo vedado y reprimido
De familia en familia, de mujer en mujer.
Dicen que en los solares de mi gente,
medido estaba todo aquello que se debía hacer…
Dicen que silenciosas las mujeres han sido
De mi casa materna… Ah, bien pudiera ser…
A veces en mi madre apuntaron antojos
De liberarse, pero se le subió a los ojos
Una honda amargura, y en la sombra lloró.
Y todo eso mordiente, vencido, mutilado,
Todo eso que se hallaba en su alma encerrado,
Pienso que sin quererlo lo he libertado yo
***
Noche divina
Este jardín nos cede su delicia,
nos cede el árbol de manzanas lleno.
fuente de dioses a la sed propicia,
pan del instinto, para el hambre, bueno.
Mas blanco mármol sin igual pudicia
fija en nosotros su mirar sereno:
muslo desnudo, vigoroso el seno,
puro, como la luz que lo acaricia.
Se hacen tus ojos demasiado azules,
cubren tus manos impalpables tules
y algo divino te levanta en vuelo.
No cortemos la fruta deleitosa
y mira el alma en una nube rosa,
cómo es de azul la beatitud del cielo.
***
Melancolía
Oh muerte, Yo te amo, pero te adoro, vida…
Cuando vaya en mi caja para siempre dormida,
Haz que por vez postrera
Penetre mis pupilas el sol de primavera.
Déjame algún momento bajo el calor del cielo,
Deja que el sol fecundo se estremezca en mi hielo…
Era tan bueno el astro que en la aurora salía
A decirme: buen día.
No me asusta el descanso, hace bien el reposo,
Pero antes que me bese el viajero piadoso
Que todas las mañanas,
Alegre como un niño, llegaba a mis ventanas.
***
Frente al mar
Oh Mar, enorme mar, corazón fiero
de ritmo desigual, corazón malo,
yo soy más blanda que ese pobre palo
que se pudre en tus ondas prisionero.
Oh mar, dame tu cólera tremenda,
yo me pasé la vida perdonando,
porque entendía, mar, yo me fui dando:
«Piedad, piedad para el que más ofenda».
Vulgaridad, vulgaridad me acosa.
Ah, me han comprado la ciudad y el hombre.
Hazme tener tu cólera sin nombre:
Ya me fatiga esta misión de rosa.
¿Ves al vulgar? Ese vulgar me apena,
me falta el aire y donde falta quedo,
quisiera no entender, pero no puedo:
es la vulgaridad que me envenena.
Me empobrecí porque entender abruma,
me empobrecí porque entender sofoca,
¡Bendecida la fuerza de la roca!
Yo tengo el corazón como la espuma.
Mar, yo soñaba ser como tú eres,
allá en las tardes que la vida mía
bajo las horas cálidas se abría…
Ah, yo soñaba ser como tú eres.
Mírame aquí, pequeña, miserable,
todo dolor me vence, todo sueño;
mar, dame, dame el inefable empeño
de tornarme soberbia, inalcanzable.
Dame tu sal, tu yodo, tu fiereza,
¡Aire de mar!… ¡Oh tempestad, oh enojo!
Desdichada de mí, soy un abrojo,
y muero, mar, sucumbo en mi pobreza.
Y el alma mía es como el mar, es eso.
Ah, la ciudad la pudre y equivoca
pequeña vida que dolor provoca,
¡Qué pueda libertarme de su peso!
Vuele mi empeño, mi esperanza vuele…
La vida mía debió ser horrible,
debió ser una arteria incontenible
y apenas es cicatriz que siempre duele.
***
Canción de la mujer astuta
Cada rítmica luna que pasa soy llamada,
por los números graves de Dios, a dar mi vida
en otra vida: mezcla de tinta azul teñida;
la misma extraña mezcla con que ha sido amasada.
Y a través de mi carne, miserable y cansada,
filtra un cálido viento de tierra prometida,
y bebe, dulce aroma, mi nariz dilatada
a la selva exultante y a la rama nutrida.
Un engañoso canto de sirena me cantas,
¡naturaleza astuta! Me atraes y me encantas
para cargarme luego de alguna humana fruta.
Engaño por engaño: mi belleza se esquiva
al llamado solemne; de esta fiebre viva,
algún amor estéril y de paso, disfruta.
Reblogueó esto en Tretas sin duda.
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Bellos poemas
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Buenisimo!
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La amo…me reconforta leerla…es una mujer de alma inmortal…
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Maravillosas palabras de un sentir que se condenaba al silencio y a la hipocresía de la época.
Rompió esquemas sociales con ls fuerza de sus palabras.
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Poesía viva, sentida, humana que transciende
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Geniales
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Estupendos! Grande Alfonsina!
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Más que su triste suicidio, debería saberse de su poesía. Radiante y cristalina.
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Extrema sensibilidad ante la la fragilidad humana deseando la homogeneidad con la naturaleza imponente e incontrolable. . .
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Pensaba que encontraria
«Quisiera esta tarde divina de otoño..»
Pero los elegidos son muu bellos..gracias
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Excelentes poemas!
Me han gustado tanto que quiero leer mas.
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Bellos poemas de Alfonsina Storni. He conocido su historia pero nunca había leido sus poemas.
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Hermoso.
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Hermosos poemas de una mujer atormentada.
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