Literatura

Un cuento y tres poemas de Macedonio Fernández, ídolo de Borges y Cortázar

La figura de Macedonio Fernández en la literatura argentina es como la de un semidiós o un fantasma que todo lo sabe. Fue filósofo, poeta y periodista.

A él, según cuentan sus biógrafos, la tarea que más le apasionaba era la de contemplar. Solitario profesional, plasmó en su obra literaria las pesadumbres que a diario lo acompañaban, sin dejarlo un solo minuto.

Macedonio Fernández fue amigo del padre de Borges y de Borges mismo, quien además fue su fiel seguidor, como Julio Cortázar y el recién fallecido Ricardo Piglia.

Para entender lo misterioso de su obra, les compartimos en Jamlet un cuento y tres poemas nacidos en la pluma de Fernández.

Un paciente en disminución

El señor Ga había sido tan asiduo, tan dócil y prolongado paciente del doctor Terapéutica que ahora ya era sólo un pie. Extirpados sucesivamente los dientes, las amígdalas, el estómago, un riñón, un pulmón, el bazo, el colon, ahora llegaba el valet del señor Ga a llamar al doctor Terapéutica para que atendiera el pie del señor Ga, que lo mandaba llamar.

El doctor Terapéutica examinó detenidamente el pie y “meneando con grave modo” la cabeza resolvió:

-Hay demasiado pie, con razón se siente mal: le trazaré el corte necesario, a un cirujano.

FIN

***

Hay un morir

No me lleves a sombras de la muerte

Adonde se hará sombra mi vida,

Donde solo se vive el haber sido.

No quiero el vivir del recuerdo.

Dame otros días como éstos de la vida.

Oh no tan pronto hagas

De mí un ausente

Y el ausente de mí.

¡Que no te lleves mi Hoy!

Quisiera estarme todavía en mí.

Hay un morir si de unos ojos

Se voltea la mirada de amor

Y queda solo el mirar del vivir.

Es el mirar de sombras de la Muerte.

No es Muerte la libadora de mejillas,

Esto es Muerte. Olvido en ojos mirantes.

***

Creía yo

No a todo alcanza Amor, pues que no puedo

romper el gajo con que Muerte toca.

Mas poco Muerte puede

si en corazón de Amor su miedo muere.

Mas poco Muerte puede, pues no puede

entrar su miedo en pecho donde Amor.

Que Muerte rige a Vida; Amor a Muerte.

***

Elena bellamuerte

No eres, Muerte, quien

por nombre de misterio

pueda a mi mente hacer pálida

cual a los cuerpos haces. ¡Si he visto

posar en ti sin sombra el mirar de una niña!

De aquella que te llamó a su partida

y partiendo sin ti, contigo me dejó

sin temer por mí. Quiso decirme

la que por ahínco de amor se hizo engañosa:

«Mírala bien a la llamada y dejada; la Muerte.

Obra de ella no llevo en mí alguna

ni enójela,

su cetro en mí no ha usado,

su paso no me sigue,

ni llevó su palor ni de sus ropas hilos

sino luz de mi primer día,

y las a1zadas vestes

que madre midió en primavera

y en estío ya son cortas;

ni asido a mí llevo dolor

pues ¡mírame! que antes es gozo de niña

que al seguro y ternura

de mirada de madre juega

y por extremar juego y de amor certeza

—ved que así hago contigo, y lo digo a tus lágrimas

a su ojos se oculta.

Segura

de su susto curar con pronta vuelta».

¡Si he visto cómo echaste

la caída de tu vuelo, tan fío,

a posarse al corazón de la amorosa!

Y cuál lo alzaste al pronto.

de tanta dulzura en cortesía

porque amor la regía,

porque amor defendía

de muerte allí.

¡Oh! Elena, ¡oh! niña

por haber más amor ida,

mi primer conocerte fue tardío

y como sólo de todo amor se aman

quienes jugaron antes de amar

y antes de hora de amor se miraron niños

—Y esto sabías: este grave saber

tu ardiente alma guardaba;

grave pensar de amor todo conoce—

así en ternísimo

invento de pasión quisiste esta partida

porque en tan honda hora

mi mente torpe de varón niña te viera.

Fue tu partir así suave triunfando

como se aquieta ola que vuelve

de la ribera al sena vasto

en tu frente un fin de ola se durmió

por caricia y como en fantasía

de serte compañía

y de mostrar que allí

Ausencia o Sueño pero no muerte había;

que no busca un morir

almohada en otra muerte.

Pero sí sueño en sueño;

niño se aduerme en madre.

Y te dormiste en Inocente victoria.

¿Te dormiste? Palabras no lo dicen.

Fue sólo un dulce querer dormir,

fue sólo un dulce querer partir

pero un ardiente querer atarse

pero un ardiente querer atarme.

¿Dónde te busco alma afanosa

alma ganosa, buscadora alma?

Por donde vaya mi seguimiento

alma sin cansancio seguidora

mi palabra te alcance.

La que se fue entendida

cuál ninguna, entendida en su irse

y su retorno.

Y sí así no es, es porque es mucho más.

Y si así no es, ¡no cortes Hombre mi palabra!

Criatura de poría de amor

que al Tiempo destejió.

Que llamó a sí su primer día

se hizo obedecida a su porfía;

y se envolvió la frente

y embebió su cabeza

y prendió a sus cabellos

la luz de su primer sagrado Día

dócil al sagrado capricho

de hora última de mujer

en el terrenal ejercicio.

Y me decía

su sonreír en hora tan oscura:

“Déjame jugar, sonreír. Es un instante

en que tu ser se azore.

Llevóme de partida tu comprender

  1. Voyme entendida,

torpeza de amor de hombre ya no será de ti”.

Niña y maestra de muerte

fingida en santo juego de un único, ardiente destino.

Fingimiento enloquecedor

que por Palabra tuvo

el torrente de las lágrimas corriendo.

Cual cae en seriedad y grave pulsa

pecho de doncella turbado

por cercanía de amor

y pénese en valentía y pensamiento

de la prueba fortísima,

quedó aquél para sólo quien

fue entendida, oculta y mostrárase de nuevo,

la amorosa.

Yo sabía muerte pero aquel partir no.

Muerte es beldad y me quedó aprendida

por juego de niña que a sonreída muerte

echó la cabeza inventora

por ingenios de amor mucho luchada.

¡Oh qué juego de niña quisiste!

Niña del fingido morir

—con más lágrimas visto que el más cierto.

Tanta lucha sudorosa hizo la abrumadora cabeza

cuando la echaste a dormir tu “muerte”

en la almohada

—del Despertar Mañana—

ojos y almas tan dueños del mañana

que sin amargarse en lágrimas

todo lloro movieron.

Tanta certeza en el ser de una niña florecida

secos tuvo sus ojos: todo en torno lloraba—.

Oh niña del Despertar Mañana

‘que en luz de su primer día se hizo oculta

con sumisión de Luz, Tiempo y Muerte

en enamorada diligencia

de servir al sacro fingimiento

del más Hondo capricho en levísimo juego,

de último humano querer de la ya hoy no humana.

Muerte es Beldad

pero muerte entusiasta,

partir sin muerte en luz de un primer día

es Divinidad

Grave y gracioso artificio

de muerte sonreída.

¡Oh cuál juego de niña

lograste Elena, niña vencedora!

Arriba de Dios fingidora

en hora ultima de mujer.

Mi ser perdido en cortesía

de gallardía tanta,

de alma a todo amor alzada.

¿Cuándo será que a todo amor alzado

servido su vivir,

copa de muerte a su vivir servida,

prueba otra vez, la eterna vez del alma,

el mirar de quien hoy sólo el ser de la Espera tiene

cual sólo el ser de un Esperado tengo?

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