Literatura

El polaco “sin tierra” que ganó el premio Princesa de Asturias de letras

Hasta hace poco que conocí la obra de Adam Zagajewski. Fue hace un año más o menos, cuando le presté a la persona que amo un libro con la poesía de Wislawa Szymborska.

Una vez que terminó de leer todos los poemas contenidos en El Gran Número Fin y Principio, editado por Hiperión, me dijo que le había encantado e incluso me hizo algunas observaciones; sin embargo poco entendía de lo que me hablaba pues en realidad había pasado mucho tiempo desde la última vez que leí a la poeta.

Entonces me metí a internet a buscar algunos poemas que no tenía a la mano –mis favoritos– y algo de crítica sobre Szymborska. Vaya sorpresa la que me llevé cuando en algún artículo recomendaban leer a un compatriota de la escritora, se trataba de Zagajewski.

Fue así como llegué a conocer la obra del premio Princesa de Asturias en la categoría de letras de este año. Uno de los poemas que más me cautivó fue “Canción del emigrado”, el cual retrata cómo ha sido la vida del bate:

En ciudades ajenas venimos al mundo / y las llamamos patria, más breve es / el tiempo concedido para admirar sus muros y sus torres. / Caminamos de este a oeste, ante nosotros rueda / el gran aro del sol / ardiente, a través del cual, como en el circo, / salta ágilmente un león domado. En ciudades extrañas / contemplamos las obras de viejos maestros / y, sin asombro, en añejos cuadros vemos / nuestros propios rostros. Habíamos existido / antes, e incluso conocíamos el sufrimiento, / nos faltaban tan sólo las palabras. En la iglesia / ortodoxa de París los últimos rusos blancos, / encanecidos, rezan a Dios, varios lustros / más joven que ellos y, como ellos, / impotente. En ciudades ajenas / permaneceremos, como los árboles, como las piedras.

Versión de Elzbieta Bortkiewicz

Sin embargo, Zagajewski no es solo poeta, también es ensayista. Ha vivido en un sinfín de países, escribe con melancolía, de manera cadenciosa. En sus años mozos los temas que abordaba eran sobre política, ahora recurre a la vida, a la madurez y a su condición de extranjero del mundo.

En 1982 prohibieron su obra en Polonia, por lo tanto él determinó salir de su nación con destino a París, más tarde llegó a Estados Unidos. Hace algunos años dijo: “los avatares de la URSS me convirtieron en un sin tierra, más o menos. Pero no por eso me siento infeliz. Mi siglo es este siglo, el XXI. El resto quedó atrás. Yo vivo con igual intensidad cada uno de los momentos que me ha tocado vivir”.

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