El fin de semana se inauguró una de las exposiciones más esperadas de este año: Picasso y Rivera. Conversaciones a través del tiempo, que muestra 45 óleos del español y 54 del mexicano que no buscan un punto de comparación, sino un punto de encuentro.
Ambos pintores se conocieron en 1914, en París, y aunque tuvieron una relación de amistad breve, fue estrecha al grado de que Diego Rivera le obsequió una de sus obras —Composición cubista (naturaleza con una botella d’anis y tintero)— a Pablo Picasso, y éste le envió una carta con una fotografía de Farola y guitarra.

Es así como la exposición que estará hasta el 10 de septiembre en el Palacio de Bellas Artes confronta a la estética de dos pintores que fueron parteaguas en sus respectivas corrientes, en el siglo XX.
Esta “conversación plástica”, como la han denominado algunos, trae consigo dos óleos expuestos por primera vez en México, uno es La flauta de pan (1923), de Picasso, y la otra La niña de los abanicos (1913), de Rivera.
Además, a la entrada del recorrido se pueden apreciar dos autorretratos, uno del mexicano y otro del español, cada uno con una técnica y estilo diferente que al final termina unificando en cierto modo los trazos.
“Sin afán de hacer comparaciones, puedo decir que a Rivera le interesaba más la factura que a Picasso, a éste le gustaba mucho plantear la idea inmediatamente y Diego ponía atención en la pintura más técnica”, ha destacado el curador de la exposición, Juan Coronel Rivera.
La instalación de estas piezas está abierta a todo público y es una gran oportunidad para saber más sobre ambos artistas, que si bien son estudiados y reconocidos en todo el mundo, no hay nada mejor para aprender de ellos que ver sus obras en vivo y a todo color, ¿o no?
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