Hay veganos que llaman monstruos a los carnívoros. Hay animalistas que llaman monstruos a aquellos que maltratan a los perros. Hay pro-ambientalistas que llaman monstruos a los automovilistas.
En otras épocas llamaron monstruos a los nativos de América, a los pobladores de África e incluso a los musulmanes –y no porque ya existiera el terrorismo, sino porque eran diferentes–.
De cualquier forma, en cualquier tiempo, la palabra monstruo ha sido utilizada para definir la otredad incomprendida, eso que es distinto a nosotros y que no vemos bien, ya sea por nuestros prejuicios o por nuestros propios complejos.
Sin embargo, al finalizar la Segunda Guerra Mundial hubo artistas que se vieron en la necesidad de redefinir el término y coincidieron en que el ser humano es un gran monstruo. A esa corriente se le llamó monstruosismo y buscó luchar contra las representaciones falsas de la humanidad.
Los artistas que fueron englobados en el monstruosismo pintaron y esculpieron la imagen del ser humano partiendo de la descomposición y la caricaturización.
Así nació una nueva estética que demostraba que lo diferente no era monstruoso, ni lo monstruoso necesariamente malo.
Hoy podemos ver estas obras de arte en el Museo Mural Diego Rivera, donde recientemente se inauguró la exposición Monstruosismos y una nueva figuración, que estará disponible hasta el 17 de septiembre.
Sin duda, la instalación vale la pena, porque no sólo refleja el sentimiento –y sentido– de una época dolorosa. También nos recuerda que los monstruos existen, pero que no están debajo de la cama, sino que habitan en el espejo…
Pingback: ¡Picasso y Rivera qué! Lo de hoy es Lo Sagrado y lo Profano – Jamlet Inculto