Caronte: crónicas al inframundo

Death Note – Caronte: Crónicas al inframundo

Por Jim (@DirectorJim)

¡Saludos, viajeros a lo desconocido! La muerte es algo que siempre ha fascinado y aterrado a los humanos en partes iguales, y quizá por su propia naturaleza, ambicionan el poder para controlarla a voluntad. Por ello, ¿que pasaría si la tuvieran? ¿Estarían dispuestos a pagar el precio?

Un día como cualquier otro en la preparatoria, aunque tal vez más nublado que de costumbre, una libreta cae del cielo, justo al lado de Light Turner (Nat Wolff), un joven brillante (dicen) aunque algo inadaptado (y muy soso). La portada, algo desgastada, la nombra como Death Note (o “Libreta mortal”, si tomas en serio la traducción innecesaria) y contiene una serie de nombres y reglas, de entre las que destaca la primera: “las personas cuyos nombres sean escritos aquí morirán”.

Momentos más tarde, conoceremos la mayor atracción de la película, Ryuk (el siempre espeluznante Willem Dafoe), quien se presenta a sí mismo como un Dios de la muerte, aunque el significado o relevancia de dicho título jamás sea aclarado. Sin embargo, quizá lo olvidemos con una escena bastante gráfica y gratuita que comprobará el poder del cuaderno (y lo agudos que son los gritos del protagonista).

Como lo que haría cualquier adolescente, Light usará el cuaderno para resolver traumas, ligar con una porrista y sobar su ego, pues decide eliminar a todos los criminales y escoria que amenazan al mundo, tomando la identidad de Kira, el dios de la justicia. Tales acciones no pasarán desapercibidas por las autoridades del mundo, quiénes contarán con la ayuda de L (Lakeith Stanfield), un dotado investigador que no descansará hasta capturar al asesino.

Tal vez el mayor problema de la película es la falta de carisma de sus protagonistas, incapaces de convencerte de sus ideales y sentimientos mutuos (ni ellos lo creen): a lo más, parece una relación nacida de una broma enferma, y conforme avanza la película, esto no mejora mucho, cayendo en exageraciones y situaciones ridículas. Esto es especialmente decepcionante si consideramos el buen trabajo que los secundarios hacen, como el papá de Ligth (Shea Whigham), o los ya mencionados Ryuk y L.

Por otra parte, la historia tiene un tono extraño, una rara mezcla entre un drama adolescente, una cinta gore sobrenatural y un thriller policiaco, con resultados irregulares que brindan unos momentos tan buenos como otros muy incómodos de ver. A esto se suma que el asunto de las reglas y el Dios de la muerte no se explora debidamente, convirtiéndose más bien en vacíos convenientes que aparecen para resolver la trama.

El truco final seguramente dividirá opiniones entre sí es espectacular o tremendamente forzado, aunque ambas coincidirán en que sorprenden. Sin embargo, la película comete el error de alargarse un poco más de lo debido, lo que resulta en un final ambiguo y que pierde toda contundencia.

¿El veredicto del barquero? Falso dios. Independientemente de la fidelidad al material de origen (la cual es inexistente), la historia desarrolla a medias un concepto que daba para mucho más, al ser incapaz de encontrar su propio tono y olvidarse del suspenso policiaco o los dilemas morales, cuestiones que se prometen pero apenas son exploradas. Los secundarios y la premisa le bastan para merecer tu curiosidad, pero los protagónicos tan flojos podrían hacer que te arrepientas de tu decisión y desees escribir sus nombres en cierto cuaderno…

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