¿Qué harían si tuvieran algún artefacto que realizará todos sus deseos? ¿Qué pedirían si pudieran ver cumplidos todos sus sueños?
Las preguntas son a propósito del cuento clásico, “El diablo de la Botella”, de Robert Louis Stevenson, en el cual un viajero se ve obligado a comprar una botella que concede deseos con la única condición de que tiene que venderla a un precio menor del que la compró antes de morir, o de lo contrario su alma irá al infierno.
Los requisitos parecen sencillos, pero con el tiempo la botella se va depreciando al grado de que se vuelve una carga para la última persona que la compra, pues eso significa que no tiene salvación.
Así es como la botella representa una especie de una maldición gitana, pues a pesar de que concede cualquier deseo, poseerla puede significar una vida y una muerte de tormentos.
En la vida real no hay botellas mágicas, pero sí hay son millones de personas que anhelan millones de cosas… O sociedades que sueñan con un mundo perfecto, donde el pago de impuestos no sea obligatorio, por ejemplo.
Sin embargo, hay evidencia de que muchas veces los deseos de las sociedades son imposibles porque son meras utopías, y para muestra está el pueblo del Estado de México, San Francisco Magú, donde desde hace siglos los habitantes no hacen contribuciones al Estado.
De acuerdo con historiadores, el sitio goza del “beneficio” gracias a una concesión que otorgó la Corona Española en el siglo XVIII, la cual fue ratificada por Benito Juárez y Luis Echeverría.
Muchos periodistas que han visitado el pueblo aseguran que éste es un paraíso fiscal, pero no hay nada más alejado de la realidad, pues los pobladores sufren carencias debido a su falta de aportaciones fiscales.
En el cuento de Louis Stevenson, el portador de la botella, por lo general, no logra disfrutar de la magia, y es que siempre vive con la preocupación de no poder deshacerse de ésta y arder en las llamas del infierno.
En el caso de San Francisco Magú queda claro que librarse del pago de impuestos no resuelve el problema de riquezas ni desigualdad, y al contrario, lo agrava, pues no hay institución que administre los recursos que pudiera proveer el poblado.
0 comments on “La maldición gitana en la ficción y la vida real…”