La vida para Jean Cocteau no transcurrió nada fácil. Adicto al opio y a otras drogas, el francés construyó una carrera en distintas disciplinas, que han hecho que sea considerado como uno de los grandes artistas franceses de la historia.
Cocteau se dedicó a la pintura, a la crítica, al cine, a la novela y al teatro. Su paso por la poesía fue breve pero contundente. Desde muy pequeño su virtuosidad fue detectada y publicó a muy temprana edad.
Jamlet eligió tres de sus poemas favoritos del gran artista francófono, para que sus amigos jamletianos puedan disfrutar de su contundencia y poder.
Un amigo duerme
Tus manos por las sábanas eran mis hojas muertas. Mi otoño era un amor por tu verano.
El viento del recuerdo resonaba en las puertas de lugares que nunca visitáramos.
Permití la mentira de tu sueño egoísta allá donde tus pasos borra el sueño. Crees estar donde estás.
Qué triste nos resulta estar donde no estamos, así siempre.
Tu vivías hundido dentro de otro tú mismo, abstraído a tal punto de tu cuerpo que eras como de piedra.
Duro para el que ama es tener un retrato solamente.
Inmóvil, desvelado, yo visitaba estancias a las que nunca ya retornaremos.
Corría como un loco sin remover los miembros: el mentón apoyado sobre el puño.
Y, cuando regresaba de esa carrera inerte, te encontraba aburrido, con los ojos cerrados,
con tu aliento y con tu enorme mano abiertos, y tu boca rebosante de noche…
***
Mediodía
El sol cae aplomado
El pájaro
Alcanzando su sombra
Se posa dulcemente sobre ella
En Bizerte
Y un campesino corre…
***
Final
Aún en el aire un dedo preparado para el descenso sueña
Es perder su corazón que de perder su sangre
Lo dudo porque la muerte perezosa se alarga
y en la reina doliente el dedo pensativo desciende
Celeste era el envés de vasos transparentes
Una mano izquierda hábil en este derrocamiento
Dulcemente desataba dos figuras familiares
Hermanas de los hijos de Cefiso a quien miente el agua dulce
Pueda el arte de malvivir ser mi único estudio
Y de mi propio jefe poner precio a mi cabeza
Para que vuestro odio orne mi soledad
Es a mí a quien entregó los peones que cobré
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