La obra del escritor, dramaturgo, crítico y artista plástico alemán, Günter Grass, va más allá de la novela El tambor de hojalata(1959).
Y tampoco la polémica ha sido el eje central de su vida como escritor y artista. La poesía, aunque muchos no lo saben, fue una de sus grandes pasiones. E incluso después de retirarse de la escritura de novelas, Grass siguió con la poesía, así como también lo hizo con el dibujo.
Por esa razón es que Jamlet decidió escoger sus cinco poemas favoritos del Premio Nobel de Literatura 1999. ¡Disfruten estas joyas que conjugan el amor y la muerte!
Tango mortale
Orden, como desde arriba: el cuerpo que huye el cuerpo,
estirado, está en fuga,
así es como esto nos arrebata.
Ningún abismo, pero una vastedad a la que,
como si hubiera espejos alrededor,
lanzamos miradas que se pierden.
Y luego, ordenado: volver hacia dentro.
Nos movemos en el sitio, en lo más interior del sitio
y seguimos el compás.
Caídas contadas, las casi-caídas,
los pasos que siguen, vacilan, retrasan,
arrastran, posponen el fin.
¡No muere, no muere! Este yo de dos,
en tanto que el tango, el tango mortale
siga una forma de paso.
Con lo que queda de aliento en la fiesta sin nadie.
Los dos se celebran, y al final, no obstante,
esperan aplausos.
El dolor es sólo máscara. En disfraz nos deslizamos
en pista sin límite, pisándole a la muerte los talones
y a nosotros también.
***
Varados
Tras empinado ascenso,
hasta llegar más alto que las nubes
y más arriba aún,
Ícaro e Ícara se precipitan
más rápido de lo previsto,
pero aterrizan suavemente en las dunas,
donde -más empinado aún-
planean el siguiente vuelo.
***
Amor en agosto
Cuando los dos juntos
entre las arañas y debajo de las arañas,
nos vamos, con muchos miembros, a la red,
que, hecha en casa,
me coge a ti y a mí,
somos
el uno
presa
del otro.
***
Amor
Es esto:
Transacciones sin efectivo.
La manta siempre un poco corta.
El contacto flojo.
Buscar más allá del horizonte.
Rozar con cuatro zapatos las hojas muertas
y frotar mentalmente pies desnudos.
Arrendar y tomar en arriendo corazones;
o en la habitación con ducha y espejo,
en un coche alquilado, con el capó hacia la luna,
dondequiera que la inocencia se baja
y quema su programa,
suena la palabra en falsete,
cada vez diferente y nueva.
Hoy, ante la taquilla aún cerrada,
susurran, de la mano,
el avergonzado viejo y la vieja delicada.
La película prometía amor.
***
Sobre pies de barro
Luego, casi lista
y habiendo conseguido una figura esbelta,
en mitad de la danza, se desplomó
una pareja,
cayó hecha añicos.
Bellamente, en el suelo, los miembros,
en desorden.
Grietas, a lo largo de la espalda,
y roturas limpias
liberaban espacios huecos.
Ellos seguían danzando,
lisiados, aplastados
los pies de barro,
ella desatinada, él todavía
con mirada firme.
De nuevo quiero dejar
que los dos surjan,
más altos, habiendo conseguido mayor esbeltez aún,
con el paso de danza afianzado,
inmunes a toda caída.
Sin embargo, lo sé: posiblemente
siguen hechos añicos.
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