Jamlet, por azares del destino, recorrió hace un par de años las calles de Buenos Aires, en un octubre del que poco recuerda, salvo los siguientes dos párrafos que dejó escritos en su diario nada personal.
Una tarde nublada en Buenos Aires, con los pies cansados de tanto caminar, busqué refugio en el Museo Nacional de Bellas Artes. Unos pasos antes de entrar, la lluvia ya caía de poco a poco.
Vagué por los pasillos hasta que, en una de las salas más solitarias, encontré al hombre de la flor amarilla de Pettoruti. Y ahí me estacioné por más de diez minutos, esperando descubrir lo que aquel hombre esperaba con tanta nostalgia. Se lo pregunté varias veces, pero nunca contestó.

Además, de esa hermosa pintura de Pettoruti, Jamlet quiso regalarles otras cinco obras del artista argentino que aprendió a pintar por su cuenta.





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