Por Jim (@DirectorJim)
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“Vengo de la era de los 60’s y los 70’s, cuando todas las reglas sobre comportamiento y áreas de trabajo eran diferentes. Así era la cultura entonces”: con estas líneas abre la declaración de Harvey Weinstein, reconocido productor de cine, en respuesta a los artículos de The New York Times y The New Yorker que lo acusan de haber abusado de varias actrices y mujeres de la industria desde hace más de tres décadas, un lapso de tiempo lo suficientemente considerable como para recurrir al “cambio generacional” como excusa para sus acciones (aunque luego se retracte de haberlo sugerido).
Ésta es sólo una de las muchas “joyas” que pueden hallarse en el texto en el que, de sus seis párrafos, tres son para excusarse, uno para disculparse (en un solo enunciado) y los dos últimos (que abarcan dos terceras partes de la declaración) para enumerar sin ton ni son una serie de propósitos para “enmendarse”: como si la mera promesa de “conquistar sus demonios” y citar el último trabajo de Jay-Z pudieran contrarrestar el daño que sus acciones ya han causado.
Con esto, aunque acepta la culpa, desvía la atención de él, la fuente del problema. Es una lectura redundante, que enlista las mismas justificaciones que ya se han visto en otros casos y que más bien parecen la enésima disculpa de un marido golpeador que “ahora sí va a cambiar”. Cada oración es más ridícula que la anterior, reduciendo la cuestión a un mero problema de temperamento e intentado demostrar lo mal que él también lo ha pasado.
La cereza del pastel está al final: “Hace un año, comencé a organizar un fundación de 5 millones para otorgarle becas a mujeres directoras en el USC. Aunque puede parecer una coincidencia, ha estado en desarrollo por un año. Será nombrada como mi madre y no la decepcionaré”. Así, Weinstein nos recuerda que tiene el poder adquisitivo para comprar su perdón, que contribuye a la comunidad y que, a pesar de todo, él también es hijo de alguien, también es humano… Ojalá él hubiera pensado lo mismo de sus víctimas.
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“Toda la semana he estado desolado y con el corazón roto por las revelaciones que han salido a la luz sobre mi amigo de hace 25 años Harvey Weinstein. Necesito unos días más para procesar mi dolor, mis emociones, mi ira y mi memoria, y entonces hablaré públicamente sobre ello”: ésta es la respuesta inicial que el célebre director Quentin Tarantino ha emitido respecto al caso.
Debido a la conocida amistad que lo unía al productor desde Tiempos violentos, su posible reacción había generado una gran expectativa en la opinión pública. Sin embargo, su decisión de preservar el silencio “para aclarar sus sentimientos” ha causado mayormente decepción y enojo.
Después de todo, fue este mutismo el que permitió que las conductas del productor –que incluían masturbarse frente a las mujeres y exigirles masajes en zonas íntimas– se convirtieran en un secreto a voces en el medio por varios años. Peor aún, terminaron por volverse algo normal, algo “típico de Harvey”.
Ahora el director, conocido por la cantidad de violencia que incluyen sus películas, se encuentra en medio de fuego cruzado y ha de escoger muy bien sus palabras si quiere salir bien librado. ¿De verdad no sabía nada de esto pese a su cercanía? ¿Es más fuerte su lealtad a Weinstein que lo grave de las acciones cometidas por éste? ¿Apoyará a las víctimas?
Pese a lo difícil que será encontrar las respuesta adecuadas a estos planteamientos, queda claro que lo único intolerable sería la neutralidad, más silencio. Si él, cuya fama le permite ser escuchado por otros, no habla, ¿qué será de los demás?
*La respuesta no pudo ser peor: Tarantino sabía… y no hizo nada.
En una entrevista para The New York Times, el director acaba de confesar que conocía de primera mano varias de las cosas que el productor hizo, entre ellas, el acoso de Weinstein a Mira Sorovino, actriz y antigua pareja del director. Sin embargo, no actuó porque lo consideraba “como un jefe persiguiendo a su secretaria alrededor del escritorio, como si estuviera bien”.
“Todo lo que diga ahora sonará como una excusa de mierda”, señala. Y sí.
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“Nadie quiere que esto lleve a una cacería de brujas, a una atmósfera de Salem, donde cada hombre en una oficina que le guiña el ojo a una chica de pronto tenga que llamarle a un abogado para defenderse”. Quizá nadie más simbólico (e inapropiado) para emitir estas palabras que Woody Allen, laureado guionista y director, quien en el pasado enfrentó acusaciones de abuso de menores (específicamente sobre su hija adoptiva, Dylan Farrow).
Pues no, nadie quiere una cacería de brujas porque no alcanzarían las hogueras y, lamentablemente, Allen podría ser de los que encabecen la lista: tras los artículos, un gran número de mujeres ha roto el silencio para relatar sus propias experiencias con el productor, además de muchas otras que han aprovechado para denunciar casos similares, como el de Bjork, quien acusó a “un director danés” (cof, Von Trier, cof) de haberse propasado con ella.
Sin embargo, dada la evidencia, Allen puede dormir tranquilo: casos similares ya han desfilado anteriormente sin consecuencia real para los implicados. ¿El juicio de Bill Cosby? Anulado. ¿Polansky? En Europa, evitando la prisión. ¿Casey Affleck? Disfrutando su Óscar. Y aunque hubo un par de implicaciones mediáticas, todos siguen en libertad y aún son miembros de la Academia (Weinstein fue expulsado recientemente).
A pesar de que no se puede negar su aportación a la industria, Weinstein finalmente cayó. Y en lugar de ayudarlo, todos han aprovechado para convertirlo en el chivo expiatorio que pague por los pecados de Hollywood… Y una vez calmada la sed de sangre, ya nadie saldrá de cacería.
*Los últimos párrafos del apartado fueron añadidos posteriormente a la publicación de este artículo.
**En éste enlace pueden consultar la entrevista completa a Quentin Tarantino.
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