José Zorrilla es un escritor muy querido y homenajeado en España, pero sobre todo en Valladolid, donde incluso el estadio de su equipo de futbol lleva su nombre.
Sin embargo, sus estudiosos han criticado que el dramaturgo y poeta solo es conocido por Don Juan Tenorio, es decir, por su obra teatral, y afirman que hace falta recordar que su legado poético también es vasto e interesante.
Por esa razón, Jamlet eligió tres poemas que demuestran la maestría del creador de uno de los galanes más recordados en la historia de la literatura.
Aparta de tus ojos la nube perfumada…
Aparta de tus ojos la nube perfumada
que el resplandor nos vela que tu semblante da,
y tiéndenos, María, tu maternal mirada,
donde la paz, la vida y el páramo está.
Tú, bálsamo de mirra; Tú, cáliz de pureza;
Tú, flor de paraíso y de los astros luz,
escudo sé y amparo de la mortal flaqueza
por la Divina Sangre del que murió en la Cruz.
Tú eres, oh María!, un faro de esperanza
que brilla de la vida junto al revuelto mar,
y hacia tu luz bendita desfallecido avanza
el náufrago que anhela en el Edén tocar.
Impela, oh Madre augusta!, tu soplo soberano
la destrozada vela de mi infeliz batel;
enséñale su rumbo con compasiva mano,
no dejes que se pierda mi corazón en él.
***
¡Ay del triste!
¡Ay del triste que consume
su existencia en esperar!
¡Ay del triste que presume
que el duelo con que él se abrume
al ausente ha de pesar!
La esperanza es de los cielos
precioso y funesto don,
pues los amantes desvelos
cambian la esperanza en celos.
que abrasan el corazón.
Si es cierto lo que se espera,
es un consuelo en verdad;
pero siendo una quimera,
en tan frágil realidad
quien espera desespera.
***
La plegaria
Helos al pie de la cruz
En oración reverente;
La virtud brilla en su frente
Como la primera luz
Del sol que alumbra en Oriente.
Niños tal vez desvalidos
Que pasan desconocidos,
Con la inocencia en el alma,
Como en desiertos perdidos
Con sus racimos la palma.
Ángeles acaso son
Que, el mundo sin conocer,
Llevan en el corazón
Una sublime oración
Y las virtudes de ayer.
Sus ojos ven solamente
A través del blanco velo
Que cerca el alma inocente,
Vida en la tierra inclemente,
Luz y armonía en el cielo.
Ven en el alba colores
Y en el llano hierba y flores,
Sombra, del valle en la hondura,
Y en el aire ruiseñores,
Y peñascos en la altura.
Para ellos, música el viento
Es, si las alas despliega,
Si en las secas hojas juega,
O entre las flores se pliega
Con lascivo movimiento.
Y son las flotantes ramas,
Del sol a las rojas llamas,
Del prado, verdes espumas,
De aérea serpiente, escamas,
De águila terrestre, plumas.
Y son los hombres hermanos,
Y oran por ellos contentos,
Hasta que los hombres vanos
Pongan, leones hambrientos,
En su inocencia las manos.
Sabe ella que es virgen bella,
Y él un ángel hechicero,
Porque no dudan él ni ella
Que ella es de virtud estrella,
Y él de inocencia lucero.
Mas ¡ay! que del pedestal
A la sombra cobijado,
Acaso un ojo carnal
Está en la virgen posado
Con una idea brutal.
Y sobre la tez de rosa
La lágrima de dolor
Que ella derrama piadosa,
El hombre la cree de amor,
Y llama al ángel ¡hermosa!
Que tal vez pintarse intenta
Aquella avara pupila,
De torpes formas sedienta,
Mil perfecciones que aumenta
En esa virgen tranquila.
Así incompletas y vanas
Las cosas del mundo son,
¡Que a turbar vienen livianas
Esa angélica oración
Con imágenes mundanas!
¿Por qué, pintor, ideaste
Una plegaria tan bella,
Si la cruz que levantaste,
Luego, pintor, la ultrajaste
Pintando al hombre tras ella?
¡No digas quién la creó!
culpa no arguya!
¡Que en ambos
Tú fuiste quien la pintó,
Mas la malicia no es tuya,
Que quien la escribe soy yo.
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