El poeta, ensayista y traductor polaco Czeslaw Milosz(1911-2004) nació y vivió entre los conflictos más importantes de la historia de la humanidad, y a pesar de todo, su visión crítica nunca dejó de perfeccionarse.
Crítico del nazismo y de los gobiernos socialistas en la llamada Europa del Este, el ganador del Premio Nobel de Literatura 1980 tuvo una producción literaria que incluye la poesía, el ensayo, la traducción y que llegó hasta las aulas en universidades importantes de Estados Unidos.
Por esa razón, Jamlet decidió escoger sus cinco poemas favoritas de este autor al que el escritor irlandés Seamus Heaney describió como “nuestro poeta secular”:
La caída
La muerte de un hombre es como la caída de una poderosa nación
Que tuvo valientes ejércitos, capitanes y profetas,
Y ricos puertos y barcos en todos los mares,
Pero ahora no socorrerá ninguna sitiada ciudad,
No entrará en ninguna alianza,
Porque sus ciudades están vacías, su población dispersa,
Su tierra que una vez proveyó de cosechas está saturada de cardos,
Su misión olvidada, su lengua perdida,
El dialecto de un pueblo puesto sobre inaccesibles montañas.
***
Dedicatoria
Varsovia 1945
«Vosotros, a quienes no pude salvar,
Escuchadme.
Intentad entender estas simples palabras, ya que de otras me avergonzaría.
Os juro que en ellas no hay hechicería.
Os hablo en silencio como una nube, como un árbol.
Aquello que me fortaleció a mí, para vosotros fue mortal.
Confundisteis el adiós a una época, con el advenimiento de una nueva
-Odio confabulado de belleza lírica.
Fuerza ciega de forma completa.
He aquí un valle polaco de ríos anémicos. Y un inmenso puente
Perdiéndose en la niebla. He aquí una ciudad vencida,
Y el viento arroja alaridos de gaviotas sobre vuestra tumba
Mientras os hablo.
¿Qué clase de poesía es aquella que no salva
Naciones o pueblos?
Una conspiración de mentiras oficiales.
Una tonadilla de borrachos cuyas gargantas serán cortadas de inmediato,
Una conferencia para señoritas.
He deseado la buena poesía sin saberlo,
He descubierto, ya tarde, su saludable objetivo.
En ella y sólo en ella, encuentro salvación.
Se solía esparcir millo o alpiste sobre las tumbas
Para alimentar a los muertos que volvían disfrazados de pájaros.
Aquí os dejo este libro, vosotros quienes alguna vez vivisteis
Para que nunca más volváis. «
***
Encuentro
Estuvimos paseando a través de los campos
en un vagón al amanecer.
Una herida rosa roja en la oscuridad.
Y de pronto una liebre atravesó la carretera.
Uno de nosotros la señaló con la mano.
Eso fue hace tiempos. Hoy ninguno de ellos está vivo,
Ni la liebre, ni el hombre que hizo el ademán.
Oh, amor mío, dónde están ellos, a dónde han ido?
El destello de una mano, la línea de un movimiento,
el susurro de los guijarros.
Pregunto no con tristeza, sino con asombro.
***
Honesta descripción de mí mismo
Tomándome un whisky en un aeropuerto,
digamos que en Mineápolis
Mis oídos captan cada vez menos las conversaciones,
mis ojos se debilitan, pero siguen siendo insaciables.
Veo sus piernas en minifalda, en pantalones o envueltas
en telas ligeras.
A cada una la observo por separado, sus traseros y
sus muslos, pensativo, arrullado por sueños porno.
Viejo verde, ya sería tiempo de que te fueras a la tumba
en lugar de entretenerte con juegos y diversiones de jóvenes.
No es verdad, hago solamente lo que siempre he hecho,
ordenando las escenas de esta tierra bajo el dictado
de la imaginación erótica.
No deseo a esas criaturas en particular, lo deseo todo,
y ellas son como el signo de una relación extática.
No es mi culpa que así estemos constituidos: la mitad
de contemplación desinteresada y la mitad de apetito.
Si después de morir me voy al cielo, tendrá que ser
como aquí, sólo que liberado de estos torpes sentidos,
de estos pesados huesos.
Transformado en mirar puro, seguiré devorando las
proporciones del cuerpo humano, el color de los lirios,
esa calle parisina en un amanecer de junio, y toda la
extraordinaria, inconcebible multiplicidad de las cosas visibles.
***
Una vida feliz
Su antigua edad cayó en años de abundante cosecha.
No había terremotos, sequías o inundaciones.
Parecía como si el cambio de las estaciones ganara en constancia,
Las estrellas crecían vigorosas y el sol aumentaba su poder.
Aún en remotas providencias no se agitaba la guerra.
Las generaciones crecían amistosas hacia el prójimo.
La naturaleza racional del hombre no era un motivo de irrisión.
Era amargo decir adiós a la tierra renovada.
Estaba envidioso y avergonzado de su duda,
Contento de que su lacerada memoria desaparecería con él
Dos días después de su muerte un huracán arrasó las costas.
Humo vino de los volcanes inactivos por un centenar años.
La lava se extendió por los bosques, viñedos y poblados.
Y la guerra comenzó con una batalla en las islas.
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