Desde nivel bachillerato pertenezco a la UNAM, estudié en el Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Vallejo y luego hice mi carrera en la Facultad de Filosofía y Letras. Los que pertenecen a esta comunidad, y se ganaron su lugar con sumo esfuerzo, saben de la alegría que es saberse aceptado, porque hay gente que día a día hace que la casa de estudios se mantenga en alto, en la medida de lo posible, y no me refiero a los funcionarios como tal, sino a los padres de familia, a los maestros y por supuesto a los propios alumnos.
En la UNAM he conocido gente tan dedicada, como también a varios que no les importaba nada, y a ellos la vida, o mejor dicho, las decisiones de cada uno, según he visto, se ha encargado de ponerlos en su lugar y hoy me siento orgullosa de saber que hay ex compañeros que ahora son docentes apasionados como los que me dieron clases, que son investigadores, que están en la jefatura de tal o cual empresa, o incluso que se van al otro lado del mundo para seguir aprendiendo, y todo porque su empeño ha valido la pena.
Por eso no me gusta escuchar a los que dicen que la UNAM es de parásitos, que es para pobres, que es para burros o flojos, y demás adjetivos peyorativos. Esas personas quizá no entiendan el significado histórico de esta Universidad fundada hace más de 100 años, con presencia en todo el país y en varias partes del mundo.
Creo (me confieso ignorante en el asunto pero pueden desmentirme si me equivoco) que no hay casa de estudios en México con más de 100 carreras a elegir, todas de variadas áreas, desde Astronomía hasta Lengua y Literaturas Hispánicas o Medicina, y de los posgrados mejor ni hablar. Además, cuenta con diversos museos, centros culturales, centros deportivos y otros recintos que sirven para seguir formando ya no sólo a los alumnos de la propia UNAM, sino a la ciudadanía en general.
Por todo esto y más, no puedo evitar sentir tristeza y coraje al saber de los acontecimientos ocurridos el pasado lunes 3 de septiembre, y no porque me vaya con una tendencia de redes sociales, sino porque sé por experiencia de la inseguridad en varios campus y escuelas de la UNAM, sé que hay personas que tienen tomadas instalaciones que no les pertenecen, sé que hay personas que toman una bandera “de izquierda” y manipulan, sé que hay venta de drogas en la mayoría de los centros educativos, sé que ha habido asesinatos y suicidios en espacios pertenecientes a la Universidad y sé que hay autoridades que hacen poco por cambiar las cosas, desconozco la razón, pero lo he visto y no me gusta.
Dentro de esta comunidad hay gente que se esfuerza día con día en mejorar su entorno a base de estudios y esa gente tiene el derecho de sentirse a salvo, al menos en su Universidad, tiene el derecho de exigir un cambio de condiciones, que se acaben los grupos porriles (que también he visto hacer y deshacer a su antojo), que regrese la paz.
Pienso que no se trata de sumarse a la causa y ya, decir #FuerzaUNAM y se acabó. Como comunidad, se trata de no bajar la voz (por más trillado que suene); como alumnos, de aprovechar al máximo el lugar que ya se tiene; como profesores, de entregarse al máximo en cada clase e inculcar la pasión a los estudiantes; como directivos, de no permitir ni un crimen más dentro de la Universidad.
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