¿Cuántas veces no hemos escuchado a familiares o amigos renegar de la Navidad y sus tradiciones? Seguramente más de una, y es que muchos afirman: “eso no es una tradición mexicana”, e intentan descalificar las fiestas decembrinas con argumentos similares, y del “Halloween” mejor ni hablamos…
En cambio, el Día de Muertos, dicen, es la celebración más mexicana (incluso más que el mismo Día de la Independencia), pues tiene origen prehispánico.
Sin embargo… ¿Sabían que el Día de Muertos nada tiene que ver con los rituales que practicaban los primeros pobladores de México, y al contrario, es una costumbre con raíces en el catolicismo?
De acuerdo con la investigadora Elsa Malvido, que falleció en 2011, las ofrendas, las calaveras, las misas y las visitas al panteón el 1 de noviembre forman parte de un ritual católico (profundamente jesuita) que surgió en el Siglo X, en Francia, cuando el Abad de Cluny tomó la determinación de rescatar las costumbres en honor a los macabeos (familias de patriotas judíos reconocidos como mártires) y dispuso que el día 2 se les celebrara, mientras que eligió el día 1º para recordar a los santos y mártires anónimos.
De este modo, el primer día de noviembre en los templos se colocaba un altar en el que se exhibían las reliquias de los santos de cada iglesia, como huesos, cráneos, cabello, parte de la ropa o incluso un puño de la tierra tomado del lugar donde fueron sepultados, y fungían como intermediarios entre el hombre y Dios.
La fruta, el pan y los dulces se colocaban en el altar porque antes los feligreses tenían la encomienda de visitar durante la celebración la mayor cantidad de altares posibles con el fin de ganar indulgencias, y antes de entrar a la Catedral Metropolitana, que era el punto final del recorrido, tenían que comprar alguno de estos alimentos, bendecirlo con el sacerdote y colocarlo en una mesa junto con el santo familiar.
Dicha costumbre, según Malvido, fue replicada después de la época de conquista en Argentina, Chile, Perú, México y otros países de América.
“En Venezuela he visto el Altar de los Santos en la Universidad de Carabobo, una mesa gigante llena de santos pintados, en escultura, en papel, cartón, cerámica, incluso algunos no reconocidos por la Iglesia Católica, sino provenientes de devociones populares”, detalló en su momento la investigadora de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Elsa Malvido.
También hay que decir que ni las veladoras, ni los altares son de origen prehispánico, y ello se puede apreciar en Sicilia, Italia, donde, de acuerdo con la investigación de Malvido, además de colocar un altar de muertos se cree que los parientes visitan los hogares y dejan juguetes para los niños. Esta tradición proviene de la antigua Roma (luego no se sorprendan si en unos años los muertitos, al igual que los Reyes Magos, Santa Claus y en casos más extraños, el Niñito Jesús, traen juguetes a los niños).

Según la investigadora, quienes difundieron el mito de que la celebración del 1 de noviembre provenía de la época prehispánica fueron los intelectuales de la década de 1930, pues incluso los escritores del Siglo XIX –como Ignacio Manuel Altamirano– tenían más claro el origen del rito, y ello se puede comprobar en su obra.
Lo anterior se vuelve relevante justo ahora, no sólo porque en la calle ya hay tumultos de niños y adolescentes disfrazados, pidiendo “calaverita”. También porque desde hace un par de años se ha vuelto una costumbre el megadesfile que pasa por las calles céntricas de la CDMX, y no faltan los puristas que lo critican y dicen con ironía: ¡Gracias al teotl (dios en náhuatl) James Bond que trajo consigo esta maravillosa tradición!

En realidad, nuestras costumbres actuales, que sin duda devienen de siglos atrás, han sido adaptadas con el paso del tiempo y por la gente que las pone en práctica por una sencilla razón, y es que no vivimos aislados, y lo que hacemos, lo que volvemos tradición, es sólo el reflejo de nuestro contexto, y nuestro contexto hoy es incluyente (en la mayoría de los aspectos), abierto, conectado y más universal que sin duda hace 20 años o seis siglos.
Así que déjense de puritanismos y esnobismos, y salgan a darle su calaverita al grupo de niños disfrazados de zombies, catrinas, vampiros, demogorgon(s) y papas fritas.
Me parece muy interesante el comentario ya que en este tiempo que se va muy rápido, ha resurgido las ofrendas, es muy agradable ver como la gente se involucra en lo personal me encanta, gracias jamletinculto. Sigue ilustrandonos.
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Hasta donde yo sé, lo que dices es verdad, pero creo que la concepción de ser «la celebración más mexicana» no se refiere propiamente a que se realizara desde la época precolombina sino a que esta surgió en México con esa idea de ‘celebración’ o ‘festividad’ ya que en el viejo continente se hacía meramente como devoción . Es verdad que mucho del concepto viene del viejo continente (la fecha, evidentemente las misas, etc.) pero también es cierto que los altares se realizaban antes de la llegada de los españoles con el cempasúchil, la comida, etc., al igual que los ‘eventos’ en devoción a los difuntos, ahora bien, según entiendo esta celebración (la que se realiza actualmente) es una mezcla tanto de la conmemoración que realizaban los españoles como de la que realizaban los indígenas, de ahí que sea tan mexicana, al igual que el primer mexicano no llegó de españa ni tampoco existía antes de que estos llegaran (entendiendo ‘mexicano’ dentro del concepto actual como el surgido del mestizaje y no como el que vivía dentro de la sociedad mexica, pues mexicano también es el que vive en Yucatán y ahí no vivían los mexicas), así pues, la celebración del día de muertos fue de las primeras costumbres mestizas que surgieron en la Nueva España dentro de lo que se comprende como México y por ende es que se adopta como uno de los más significativos símbolos de nuestra mexicanidad y de nuestro origen mestizo. Saludos! 🙂
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