Es un hecho que el canon literario, al menos en América Latina, resulta de la imposición de los estándares, supuestamente universales, aunque provenientes de Europa (hay un notorio desprecio por la tradición oral en las literaturas indígenas).
Es un hecho que calidad literaria no es sinónimo de pertenencia a este selecto grupo de intelectuales que hoy es piedra angular para las letras producidas en América Latina. Durante el siglo XX, quizá el siglo de mayor producción literaria en este lado del mundo, nació, escribió, publicó y se reconoció a una larga lista de autores que hoy forma parte, sin lugar a dudas, de la tradición literaria: César Vallejo, Pablo Neruda y Octavio Paz, por mencionar algunos nombres indiscutibles.
Pero… ¿Qué pasa con los discutibles? Por ejemplo, ¿Mario Benedetti?
El escritor uruguayo, nacido en 1920 y fallecido en 2009, aparece en pocos estudios sobre el canon; sin embargo, en algunos casos se menciona como “la primera piedra de una poesía en la que la lengua y el espíritu se encuentran y se reconstruyen”.
El mérito del escritor consiste en hacer una poesía comunicativa y quienes lo adscriben a un modelo lo hacen al de la masificación de cánones colectivistas; es decir que si Benedetti será tomado como “ejemplo a seguir” y objeto de estudio, hay que hacerlo teniendo en cuenta que su valor estético es distinto al de poetas como Vallejo y Paz, pues incluso, como indica la investigadora Elvira Blanco Blanco: es un autor simple, sencillo, cotidiano, pero si la buena o mala literatura es valorada de acuerdo a su nivel de dificultad, la obra de Horacio Quiroga debería de ser catalogada como mala, y no es el caso.
Vale la pena señalar que el primer éxito editorial de Benedetti fue Poemas de la oficina, publicado en 1956, pero representa el octavo libro del autor y “rompe el canon de la poesía uruguaya, al cultivar motivos considerados hasta entonces como no poéticos”, pues habla sobre la burocracia, sobre los oficinistas que entregan su vida a un trabajo, que cada lunes abren los ojos con la pesadez de la vida:
El nuevo
Viene contento
el nuevo
la sonrisa juntándole los labios
el lápizfaber virgen y agresivo
el duro traje azul
de los domingos
Decente
un muchachito.
Cada vez que se sienta
piensa en las rodilleras
murmura sí señor
se olvida
de sí mismo.
Agacha la cabeza
escribe sin borrones
escribe escribe
hasta
las siete menos cinco.
Sólo entonces
suspira
y es un lindo suspiro
de modorra feliz
de cansancio tranquilo.
Claro
uno ya lo sabe
se agacha demasiado
dentro de veinte años
quizá
de veinticinco
no podrá enderezarse
ni será
el mismo
tendrá unos pantalones
mugrientos y cilíndricos
y un dolor en la espalda
siempre en su sitio.
No dirá
sí señor
dirá viejo podrido
rezará palabrotas
despacito
y dos veces al año
pensará
convencido
sin creer su nostalgia
ni culpar al destino
que todo
todo ha sido
demasiado
sencillo.
Resulta curioso que este poemario haya sido el primero del autor en romper el mercado editorial, y es que hasta entonces nadie hablaba de la oficina, nadie hablaba de esa clase trabajadora que revisaba los impuestos, que sellaba las multas y dirigía su vida desde un cubículo de 2 x 2. Sin duda, el libro no surge por generación espontánea, en realidad tiene la influencia de Roberto Mariani, un narrador argentino que en 1925 publicó Cuentos de la oficina. Pero también sin duda, fue una novedad en el ámbito literario que consiguió rebasar los límites culturales e intelectuales de la época.
El éxito de Mario Benedetti representa entonces dos hechos innegables: no importa que un autor no sea reconocido dentro del canon para ser un autor de ventas millonarias, y por otro lado, la necesidad que tenían (y tienen todavía) ciertos lectores por encontrar una voz literaria que les hablara a ellos y no a los “cultos”.
Otro caso singular es el de una poeta nacida también en el cono sur, en 1934 (14 años después que Benedetti), y fallecida en 2008 (un año antes que el uruguayo): Elena Jordana, quien evidentemente no forma parte del canon hispanoamericano, pero la cual cuenta en su obra con un valor estético superior al de muchos, incluido el propio Benedetti.
Me refiero a esta autora porque, en 1978 ganó con el libro Poemas no mandados, el máximo galardón en México para poetas, el Premio Nacional de Poesía, hoy Premio de Poesía Aguascalientes. El jurado estaba conformado por Efraín Huerta, Jaime Sabines y Roberto Fernández Retamar (todos poetas del canon) y desató polémica debido a que se convirtió en la primera mujer, y en la primera persona extranjera, en recibir el premio.
El prólogo de la obra está dedicado a Sabines en cierto modo:
PRÓLOGO
Sabines dijo:
A la chingada las lágrimas
y se puso a llorar
como se ponen a parir.
Yo dije:
al carajo la poesía
y me puse a escribir
como se ponen a vivir.
La comparación entre Jordana y Benedetti es a propósito de los temas que se encuentran en los poemarios: el trabajo, la cotidianidad, las personas que hacen el mundo, el sentido de la vida de consumo o de acumulación, etc. El poema que aparece a continuación, publicado en Poemas no mandados, es de la argentina y da muestra de ese tópico común con el uruguayo:
VI
Ese hombrecito
pequeño, sí
pero no enano como él cree
escondiendo los destellos de su ternura
tras los gruesos anteojos
sintiéndose miserable, ínfimo
porque no puede lucir sobre su frente la etiqueta de
Columbia University
o Harvard
ni si quiera una que diga secundaria aprobada
que pide perdón cada vez que dice algo ingenioso
sin poder citar al que lo dijo antes
porque nadie -que él sepa- lo dijo antes.
Que cuando entra a una junta de jefes o a una reunión cualquiera
sus pies piden disculpas contra el suelo
por su corbata ni siquiera pasada de moda
simplemente amodada
su voz pequeña y algo aguda
su mirada de no triunfador
su traje cuidadosamente zurcido
su olor a glostora
ese tic en un ojo
por donde explotan la cuenta del dentista, las várices
de su mujer, la indiferencia de sus hijos
ese hombrecito que
sin embargo
asiste a su oficina cada día
saluda con la misma deferencia
al linotipista que al jefe
y mira de reojo
adolescente tímido
a la recepcionista.
Hombrecito pequeño, sí
pero no enano
aunque no lo sepás
te quiero.
No obstante, a Jordana se le midió con una vara diferente a la de Benedetti, y la prueba más clara es el renombre de cada uno. Al uruguayo lo conocen chicos y grandes, eruditos y no eruditos, en el todo ámbito de las letras hispanoamericanas. A Jordana no.
En 2014, Juan Gerardo Sampedro señaló en una columna, publicada en Milenio, el descubrimiento de que en Oaxaca había un grupo de lectores interesado en retomar la obra de esta poeta, lo cual es una señal de que no todo está perdido, de que quizá en 30 años la nueva crítica la coloque dentro del canon, no sólo por su calidad literaria, sino por su importancia para las letras mexicanas y latinoamericanas en general, pues se preocupó en su momento de darle espacio a los autores marginados a través la revista El Mendrugo. Sin duda, pertenecer a este grupo selecto implicaría la relectura de su obra y por consiguiente, su difusión.
Así, queda muy claro que el canon suele ser poco justo y muy arbitrario, y no todo lo que pertenece, merece, ni todo lo que merece, pertenece. Sin embargo, el canon no es del todo negativo, es quizá el reflejo sintomático de una sociedad: qué preocupa, qué interesa, qué se valora.
Bibliografía
- Benedetti, Mario, Poemas de la oficina, en https://webs.ucm.es/info/especulo/numero29/benedett.html.
- Blanco Blanco, Elvira, Suplemento Pandora de Últimas Noticias, “Más allá de la buena o mala literatura”, Montevideo, Uruguay, 23 de julio de 2011
- Jordana, Elena, Poemas no mandados, Ed. Joaquín Mortiz, 1979
- Morejón, Nancy, “Mario Benedetti: una poética del acontecimiento”, en http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/mario-benedetti-inventario-complice–0/html/ff1470c0-82b1-11df-acc7-002185ce6064_107.html
- Pulido Tirado, Genara, “El canon literario en América Latina”, en http://www.cervantesvirtual.com/obra/el-canon-literario-en-amrica-latina-0
Información muy valiosa. Muchas gracias.
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