Los que queman los libros, los que expulsan y matan a los poetas, saben exactamente lo que hacen. El poder indeterminado de los libros es incalculable.
George Steiner
Una de las imágenes más indignantes de las últimas semanas -que vio este cerdito- fue la del intento por incendiar una sucursal de las librerías Gandhi en el pleno corazón de la Ciudad de México.
“Leer es para burgueses” fue el grito que acompañó el ataque a ese espacio dedicado a la venta de libros de todo tipo de género y al fomento a la lectura.
Los encapuchados que llevaron a cabo la agresión sabían muy bien lo que hacían y nadie, por ingenuo que pueda ser, debe ni puede justificar ese deplorable acto: la destrucción del conocimiento.
Se trató de un acto incongruente por donde se le vea, ya que -si esos jóvenes no lo saben- en librerías privadas como “la Gandhi del centro” se venden libros que abordan la temática de aquello por lo que protestaron los supuestos anarquistas: la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa.
Es incongruente, además, porque a través de la lectura y el conocimiento que se obtiene mediante ese ejercicio, no pocos mexicanos tienen la posibilidad de salir adelante, sea cual sea su condición económica y social.
Un grupo de jóvenes que -en teoría deberían ser los defensores de la sabiduría heredada que se puede absorber a través de los libros- decidió quemar un librería por considerarla burguesa y capitalista, sin ponerse a pensar que en los libros que ahí se venden (a veces con muy buenas promociones) prevalece la historia de hombres y mujeres de todos los tiempos, historia que ha moldeado a la humanidad.
Por esa razón, Jamlet condena categóricamente -y apoya a la Librería Gandhi- el ataque al conocimiento, a los libros y al noble acto de la lectura que han nutrido la mente de quien esto escribe.
Como dijo la librería en su comunicado y en sus posts en redes sociales: ¡Con los libros no!
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